Hace calor, pero en Jaipur el calor se tolera mejor. No es tan húmedo como en Delhi y no hay tanta contaminación, así que por la sombra o al atardecer es muy parecido a lo que tenemos en Huesca. Nuestra primera aproximación a Jaipur fue en un rickshaw durante una media hora aproximadamente fuimos conociendo a la velocidad de la bicicleta el centro de la ciudad y el tráfico caótico de la misma. Como vas mirando por el objetivo de la cámara casi no te das cuenta de que por todos lados salen más bicis, coches, motos cargadas de gente... En India todo se cuenta por cientos, menos los ingresos mensuales de la gran mayoría. Empiezas a barruntar la vida cotidiana de la gente, sus templos (a veces superpequeños) en medio de cualquier parte con algún devoto que les lleva presentes, o bóvedas de templos más grandes que se atreven a asomar por detrás de la linea de edificios camuflados por tantas pequeñas tiendas que venden de todo. Monos corriendo por las azoteas de los edificios y vacas rumiando entre la basura que se acumula por todas partes. La ciudad rosa está ennegreciéndose de suciedad, de contaminación, de falta de cuidados, de la anarquía que lo invade todo y que permite tiendas y más tiendas eclipsando verdaderas bellezas.
Terminado nuestro paseo en bici, nuevamente al autobús para dirigirnos al hotel RAMADA, un hotel nuevo, no muy grande en el centro de la ciudad. Muy limpio, pero con un personal de comedor bastante lento.
Después de cenar el guía nos propone que si queremos visitar alguna joyería, ya que Jaipur tiene fama de buenas joyerías de piedras preciosas y semi preciosas y a falta de alternativa mejor, allí que nos dirigimos una buena parte del grupo. Había de todas clases, colores, precios, diseños... y después de hacer acopio de regalos para la familia y allegados... al hotel a dormir que había que recargar la batería.
La noche caía con otros 31 grados o así. Desde luego que "el fresco" no está de vacaciones por la India en Agosto.
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